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Jardín de Ruinas

Sed non satiata

He vuelto de la piscina. Y el frescor y el ánimo que me transmite me devuelve cuando llego a casa las ganas de vivir. Qué daría ahora, Amelia, por tenerte en mi cama y hacerte el amor, lamer todo tu cuerpo y acabar exhausto a tu lado. Qué daría por teneros a las dos en la misma alcoba, a la vez, desnudas y arrinconadas en una esquina, con esos ojos de melaza que enturbian mi ardor. Como decía el poeta, entre esas piernas, yo sería Dios.

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