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Jardín de Ruinas

La morfina y el azar

¿Es el caos un orden poco aparente? Como la ocasión en que un rayo pasó a través de las piernas de mi testarudo abuelo, que se empeñaba en seguir labrando durante una tormenta, todo es cuestión de suerte. En esta pequeña ciudad, todos acabamos por conocer ese tercer eslabón que nos une con el resto (y cada uno) de los habitantes. En la gran metrópolis tendría que ser diferente: las casualidades son como esas partidas de dados en que tres ceros seguidos te arruinan la noche.
Hace semanas, Amelia me contaba su juego lésbico. Una amiga necesitaba desprenderse de un tipo pesado que pretendía ligar con ella. Las dos amigas se dieron un lascivo beso en la boca para hacer cambiar de opinión al maromo.
Esta noche. Sophie me contaba cómo salió el sábado pasado y cómo se vio implicada en un juego exactamente igual con una compañera de facultad, casualmente también llamada Amelia. Juego que prosiguió -sin consecuencias- más tarde, en el dormitorio de esa Amelia.
Ambas, como ya comenté, viven en la misma ciudad.

Quizá lo veo desde la perspectiva del extrarradio... No sé. Curioso. Tres Venus y Martes en eclipse.

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