Juicio en el jardín de ruinas
Siempre he sentido más afinidad con las mujeres. Ahorraré detalles. Es algo que se me escapa: quizá por que soy más sensible (la sensibilidad de un piscis algo ingenuo, de un amante del arte) o más paciente, o más escuchador que la mayoría. Supongo que por eso he tenido buanas amistades en el otro sexo: compañeras, camaradas, confidentes...
Por esa afinidad es por la que pedí el Conclave de Venus. Y me fue concedido.
El día acordado me llevaron a ciegas a un jardín. Me sentaron en el césped, al lado de una columna rota. Me quitaron la venda y entonces las vi. Seis mujeres me rodeaban en círculo, sentadas en la hierba, cada una vestida de un color diferente. Apenas me había quitado la venda, una voz a mi derecha me habló.
-H, nos hemos idealizado el uno al otro. Esto no va a ir a ninguna parte.
-Amelia, no digas eso. ¿Y lo que pasamos juntos?
A su derecha, vestida de color azafrán, contestó enérgicamente otra chica:
-Estás cegado, amor. Amelia es sólo un capricho pasajero.
-¿Cómo lo sabes, Smyrna?
-No seas inocente, amor. Te has deslumbrado.
Sentada, mirando distraídamente, O no decía nada.
-¿Tienes algo que aconsejarme, O?
-No lo sé. En parte te entiendo, especialmente en tu situación, pero no puedes hacerle eso a Sophie...
Jelenna se apartó el flequillo y por un momento el sol iluminó su vestido violeta.
-Ya no tienes nada que hacer con Sophie, H. Si ha pasado lo que ha pasado, es que lo vuestro está muerto.
-Pero Jelenna, yo aún la quiero. Pero... pero...
Sophie, que estaba exactamente detrás de mí, tenía las manos recogidas en su exquisito vestido azul.
-Quizá haya cosas que nos estemos perdiendo. Pero hay otras que, por ahora, aún no puedo aceptar.
Ante ella no podía responder. Sólo quedaba una. Aria Negra permanecía callada detrás de su velo. Con una de sus manos enlutadas se lo apartó, me señaló y exclamó:
-¡Decídete, imbécil! ¡Esto ha de acabar!
-Todas tenéis razón.
-Y sin embargo -dijo Smyrna-, el Conclave no puede emitir un fallo unánime. Lo siento, H. Es cosa tuya.
-Pero os convoque para que me ayudárais.
-No podemos ser más precisas. Necesitas más tiempo, decisión. O una apelación.
Las seis mujeres se levantaron al unísono, y, después de mirarme, se alejaron en direcciones opuestas. No recuerdo nada más.
Por esa afinidad es por la que pedí el Conclave de Venus. Y me fue concedido.
El día acordado me llevaron a ciegas a un jardín. Me sentaron en el césped, al lado de una columna rota. Me quitaron la venda y entonces las vi. Seis mujeres me rodeaban en círculo, sentadas en la hierba, cada una vestida de un color diferente. Apenas me había quitado la venda, una voz a mi derecha me habló.
-H, nos hemos idealizado el uno al otro. Esto no va a ir a ninguna parte.
-Amelia, no digas eso. ¿Y lo que pasamos juntos?
A su derecha, vestida de color azafrán, contestó enérgicamente otra chica:
-Estás cegado, amor. Amelia es sólo un capricho pasajero.
-¿Cómo lo sabes, Smyrna?
-No seas inocente, amor. Te has deslumbrado.
Sentada, mirando distraídamente, O no decía nada.
-¿Tienes algo que aconsejarme, O?
-No lo sé. En parte te entiendo, especialmente en tu situación, pero no puedes hacerle eso a Sophie...
Jelenna se apartó el flequillo y por un momento el sol iluminó su vestido violeta.
-Ya no tienes nada que hacer con Sophie, H. Si ha pasado lo que ha pasado, es que lo vuestro está muerto.
-Pero Jelenna, yo aún la quiero. Pero... pero...
Sophie, que estaba exactamente detrás de mí, tenía las manos recogidas en su exquisito vestido azul.
-Quizá haya cosas que nos estemos perdiendo. Pero hay otras que, por ahora, aún no puedo aceptar.
Ante ella no podía responder. Sólo quedaba una. Aria Negra permanecía callada detrás de su velo. Con una de sus manos enlutadas se lo apartó, me señaló y exclamó:
-¡Decídete, imbécil! ¡Esto ha de acabar!
-Todas tenéis razón.
-Y sin embargo -dijo Smyrna-, el Conclave no puede emitir un fallo unánime. Lo siento, H. Es cosa tuya.
-Pero os convoque para que me ayudárais.
-No podemos ser más precisas. Necesitas más tiempo, decisión. O una apelación.
Las seis mujeres se levantaron al unísono, y, después de mirarme, se alejaron en direcciones opuestas. No recuerdo nada más.
7 comentarios
H -
Ame -
niña triste -
niña triste -
y no es exactamente algo machista o feminista.
simplemente se da.
que bueno que existen hombres sensibles con los que cualquier chica se siente agusto.
H -
spiralh -
saludos cariñosos :)
O. -